miércoles, 6 de mayo de 2009

A un amigo


Ayer me enteré – y ya van dos ocasiones en que me sucede algo parecido -, que un buen amigo murió el año pasado en junio. Lo supe chateando por messenger con el esposo de una magnífica colaboradora de hace ya, algunos años en 1990 para ser precisos. En esa época trabajaba para el ISSSTE desempeñándome como Coordinador Administrativo de la Dirección General y para mi suerte llegó a pedir trabajo Miriam Penilla de quién guardo un muy grato recuerdo, no sólo por su buen trabajo sino por su gran calidad humana. Ella se casó con Marco con quién comento, estaba “platicando” ayer y él me dio esta noticia. Mi amigo y también colaborador se llamaba Clemente Monroy y a él ya lo había conocido desde mi trabajo en FONACOT en 1985. Nos tocó sortear el terrible temblor de ese año, yo recién llegado al Fondo a la Subdirección Administrativa y el como Jefe del Departamento de Recursos Materiales vimos el derrumbe del edificio ubicado en la calle de Versalles siendo lo más terrible el darles la noticia a los familiares de dos personas muertas en ese evento. Recorrimos calles del centro de la ciudad de México a altas horas de las noches del 19 de septiembre en adelante constatando el valor de la solidaridad de nuestro bondadoso pueblo mexicano.
Pudiera seguir hablando de sus virtudes – que fueron muchas: siempre afable, servicial, presto a actuar, paciente y tenaz, en fin… -; sin embargo lo que más me dolió al saber de su ausencia ayer, fue el tener nuevamente la visión de que nuestras vidas se van demasiado rápido sin – en muchas ocasiones -, darnos cuenta de ello y de no aprovechar al máximo aquellos momentos que creemos – triste sino del ser humano -, ¡Infinitos!
¿Cuántas cosas quedaron sin platicarse? ¿Cuántas partidas de dominó pendientes? ¿Cuántas noticias de su familia sin saber, sin escuchar? ¿Cuántas barbacoas de hoyo – allá en tu Tepejí del Río -, sin saborear nuevamente?
La vida se va tan de prisa que apenas volteando ya no tengo a otro amigo en este mundo.
¿Qué pudiera aprender de esto? ¿Qué lección me da esta noticia?
Allá en el mes de octubre escribí algo acerca del “indio Gasparino”, Facundo Cabral y él me enseño que: “tenemos la obligación de ser felices, estamos vivos y nacemos para la felicidad”. Entiendo, comprendo este mensaje pero cuando menos yo, no me he dado el tiempo suficiente para lo importante y en muchas ocasiones lo he sacrificado por lo urgente; adicionalmente a veces me enredo con tonterías y me molesto por pequeñeces. Creo deberíamos de fluir más y reir más, y aprovechar el tiempo con los amigos de antaño, y darle la mano a uno de mis hijos y platicar con él, y saborear el atardecer en el pecho de mi esposa, y amar tanto y tanto; y saber que sé tan poco y a la vez mucho pero que si no lo pongo al servicio de otros de nada servirá, y bailar, y pintar, y escribir, y volver a reir y luego soñar y hacer.
¿Para qué la vida me hace darme cuenta de que hoy me falta otro amigo?
Por cruda que sea la respuesta tal vez sea para aprovechar más el tiempo, no creérmela tanto de que ya todo esta hecho o realizado, pero sobre todo; darle mi tiempo a los que más quiero.
Ojala Clemente hubiera tenido unas cuantas horas para ti y haber jugado contigo una partida de dominó más, hoy; cabalgas entre las estrellas ahorcando mulas de seises…
Gracias por recordarme.

1 comentario:

Luis Gerardo González López dijo...

Enrique,
Siento mucho el fallecimiento de tu amigo y te agradezco que nos permitas acompañarte en estos momentos aprendiendo de ti. Es un regalo compartir tantas cosas contigo y espero que la vida nos siga dando oportunidades de viajar, comer, reflexionar, enseñar y aprnder, disfrutar cosas nuevas, en fin, de seguir compartiendo cotidianamente la vida y la amistad.
Un abrazo,
Luis Gerardo